Existen mil y una formas de disfrutar de una escapada en la punta de Cap-Ferret, vivir y compartir momentos entre el océano y la bahía: picnic improvisado en la playa, cata de ostras en la cabaña de un criador, paseo por la costa oceánica o por las callejuelas de los pueblos ostrícolas, o visita del famoso faro, con su silueta blanca y roja.
Todos los caminos llevan al faro
Desde lo alto de sus 53 metros, el faro domina toda la Bahía de Arcachon. El faro de Cap-Ferret es uno de los monumentos más visitados de la zona. Una vez arriba seguramente le falte el aliento, tanto por los 258 escalones que acaba de subir como por las impresionantes panorámicas que se desplegarán ante sus ojos, con la Conche du Mimbeau, los criaderos de ostras, la Isla de los Pájaros, los pasos de entrada a la bahía, la duna de Pilat y el océano Atlántico.
La Punta, de la A a la Z
La Pointe, o Punta de Cap-Ferret es la playa que ofrece unas vistas de ensueño de la duna de Pilat. Sus dunas pueden cruzarse andando, por un camino de unos 6 kilómetros, sendero de interpretación del paisaje sobre el tema de la movilidad. El paseante descubre, de norte a sur, un gran álbum de fotos, con carteles ordenados alfabéticamente, desde la A de “alga” hasta la Z de “zostera”, para entender mejor este excepcional paisaje que lo rodea. Este abecedario fue instalado por el Conservatorio del litoral.
La vida en los pueblos
Grand-Piquey, Piraillan, Le Canon, L’Herbe… Detrás de estos pintorescos nombres se esconden bonitos pueblos de callejuelas bordeadas de cabañas de madera de tonos vivos, senderos con flores y el agua azul de la bahía como telón de fondo. Cada pueblo tiene su propia personalidad, historia y ambiente. Pero en todos ellos se percibe la misma generosidad para compartir momentos de autenticidad con los visitantes. Aprovecha para visitar a un ostricultor y saborear unas ostras de forma sencilla, sin ceremonias. En efecto, muchos de ellos abren sus cabañas para una rápida degustación in situ.